Aprendiendo a ganar

La historia parecía repetirse. Primer cuarto arrollador. Amago de remontada. Murmullos en la grada. Culminación de la remontada. Pero ayer los Lakers aprendieron a ganar…Sudando. Tras irse de nuevo en el marcador, otra remontada. ¿Murmullos? No. Esta vez el Staples Center se concienció de la importancia del partido y no paró de animar hasta que el pitido final dio la victoria a los Lakers.

Ayer era domingo, día en que los Lakers cambian su habitual amarillo casero por el blanco. Y parecía que Kobe Bryant había esperado a ese momento para ponerse su traje de los domingos, su traje de MVP. 15 puntos en el primer cuarto y una ventaja de 17 puntos. Pero era un espejismo. Phil Jackson se volvió a empeñar en ganar el partido desde el banquillo, probando tácticas y jugadores nunca antes usados. Así, con Mihm o Ariza en cancha, Paul Pierce se puso su traje -este sí que no se lo ha quitado durante toda la serie- y, valga la redundancia, hizo un traje a los Lakers. Al descanso, ya sólo estaban a tres puntos.

En el tercer cuarto las cosas cambiaron. Tras conseguir ponerse por delante, los Celtics se derrumbaron a la superioridad en la zona de Pau Gasol y Lamar Odom. Ante el juego plano de Bryant, ambos fueron agresivos, logrando canastas y sacando del partido por faltas a Garnett y, después, a PJ Brown. Todo ello, sumado a una buena labor de Fisher y Farmar, dio a los Lakers otra cómoda ventaja…De nuevo dilapidada en el último cuarto: El malo de la película, James Posey, volvió a aparecer y a meter un triple que acercaba a los Celtics a dos puntos.

Entonces Kobe quiso ser el héroe, quiso meter la canasta ganadora, la que saliera en los telediarios, quiso ser Jordan o, pero aún, volvió a enfundarse el número 8 a la espalda. La suerte o la presión hicieron que Garnett fallara tres de cuatro tiros libres, lo que habría dado la victoria a Boston y habría hecho que señalaran a Bryant con el dedo. Pero, sin embargo, apareció. Una mano bien metida por detrás provocó un robo y una canasta fácil para Bryant, que sentenció el partido.

Ahora, toca esperar a los milagros. Kobe sabe que tiene dos partidos para la historia, sin nada que perder. Si le sale bien, su mito se engrandecerá; si le sale mal, no habrá perdido nada porque todo estaba perdido ya después del cuarto partido. Al menos, disfrutaremos de la NBA un partido más.

 

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